Los más pequeños creen que todo es posible, que siempre se gana y que se puede tener de todo, que el mundo gira a su alrededor, que son el centro y no soportan que la atención no esté siempre dirigida en ellos. Pero un día aparece un sentimiento nuevo , la frustración.

Lo que se desea y la realidad no siempre van de la mano. Cuanto más ajuste exista entre ambas, mejor autocontrol.

La frustración, aunque inevitable, no es mala pero habrá que manejarla. Ayuda al niño a superarse, a esforzarse, a darse cuenta de que no pasa nada por no alcanzar los objetivos a la primera. Pequeñas dosis de frustración desde los primeros años son buenas, siempre contando con el afecto y apoyo de los padres para superarlas.

Tolerar la frustración, nos enseña a ser capaces de afrontar los problemas y limitaciones que nos encontramos a lo largo de la vida.

Muchos padres, pensando que sus hijos serán más felices, tienden a la sobreprotección y a la permisividad para así evitarles dolor y frustración, pero se equivocan, al final los hijos consiguen tener en jaque a sus padres, que se sienten chantajeados emocionalmente.

Los hijos con baja tolerancia a la frustración son niños exigentes, impacientes, demandantes, con dificultad para manejar las emociones, impulsivos y poco flexibles. Buscan satisfacer sus necesidades en forma inmediata, por lo que frente a la espera suelen presentar pataletas, rabietas y llanto fácil.

El niño no quiere respetar las reglas y se rebela. Los padres ante el sufrimiento, la desesperación, impotencia y el cansancio de sus responsabilidades laborales y otras ajenas a su entorno familiar, intervienen enseguida. El resultado, es que el niño aprende que con las pataletas, se consigue lo que se quiere.

Lo mejor, frustrar levemente el comportamiento sintomático del niño y no alimentarlo agravando el problema con las soluciones intentadas anteriormente.

Todos hemos vivido experiencias o situaciones frustrantes en algún momento y el problema no está en el dolor y la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud ante ellas.

Generalmente, es en la infancia cuando se aprende a tolerar la frustración. Es importante por lo tanto, que padres y educadores, ayuden a los niños a desarrollar esta capacidad.

El aprender/enseñar a manejar las experiencias de frustración no se realiza en un instante, requiere de altas dosis de constancia y paciencia. Algunas creencias nos cuentan que lo que se desea se consigue, pero esto no puede convertirse en un patrón de vida, sí en una motivación dirigida al esfuerzo, valor fundamental en nuestro desarrollo personal.

Si de adultos creemos que nuestra vida “debería ser”, y nos tropezamos con nuestra “realidad individual”, si no hemos trabajado lo suficiente este sentimiento, nos costará afrontar el día a día. Actitud positiva sí, pero acompañada de esfuerzo, perseverancia, retos , capacidad de tolerar el fracaso y ACEPTACIÓN.

Autora: Belén Díaz Afonso – Psicóloga

Para cualquier duda, consulta o si desea ampliar información puede ponerse en contacto el servicio de Psicología de Centro Neurológico Antonio Alayón (Santa Cruz de Tenerife – Tenerife).

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