Los Trastornos del Estado de Ánimo en general, y la Depresión en particular, son un conjunto de síndromes o “enfermedades” que en las últimas décadas han pasado de ser desconocidas, a estar en boca del público en general, siendo la palabra “Depresión” de uso coloquial en la actualidad, si bien su sentido y definición es muy difuso entre los ciudadanos.
La Depresión, entendida como un trastorno de estado de ánimo con entidad médica propia, tiene una altísima incidencia en la sociedad actual, especialmente al existir una mayor concienciación social y médica, y al ir progresivamente desapareciendo el estigma social sobre ella. Según la OMS, en el año 2015 la incidencia de los Síndromes Depresivos alcanzaba el 5,2% de la población española, (2,5 millones de personas). En el caso de las personas mayores, la incidencia de trastornos depresivos alcanza hasta el 6%, y el 30% de la población mayor de 65 años cuando hablamos de “depresión leve”.
Estos datos nos indican el problema social que implica este conjuntos de enfermedades, que se hace especialmente significativo en nuestras personas mayores, donde la incidencia y prevalencia aumentan. Sin embargo, dadas las características de la “depresión”, y su carácter de enfermedad pública y coloquial, hace que sea muy fácil la confusión entre diversas enfermedades, haciendo que sea muy frecuente que confundamos una depresión con otras enfermedades de similares síntomas.
La causa de este aumento de la incidencia de Depresión a partir de los 65 años es múltiple, estando especialmente relacionada con la soledad (“síndrome de nido vacío”, la viudedad, etc.), la jubilación (con la consecuente falta de actividad), la discapacidad física, entre otros. En este contexto, la aparición de sintomatología depresiva en una persona mayor (tristeza, llanto, desesperanza, verbalizaciones negativas, etc.) se normaliza, y se considera rigurosamente normal. Desgraciadamente en muchos casos, esta depresión puede ser el primer síntoma de otras patologías. Conocer qué diferencia una “depresión psicológica” de una “depresión neurológica” puede ser muy útil, dado que esta última puede ser un síntoma inicial de un proceso demencial, como una Demencia tipo Alzheimer, una Demencia Fronto-Temporal, entre otros tipos.
Para esto los especialistas en Neuropsicología y Neurología distinguen entre Depresión y Apatía. Entendemos por depresión cuando el paciente mayor presenta una emocionalidad negativa. Está triste, llora, está retraído, desesperanzado, se descuida, deja de hacer las cosas que antes le gustaban, nos cuenta que no tiene ganas de vivir, que se siente enfermo, cansado o una carga para sus familiares. También con frecuencia aparece insomnio y ansiedad. En estos casos, hay un carácter emocional y psicológico bien definido. Por el contrario, ésta sintomatología es fácilmente confundible con la Apatía, la cual consiste en que el paciente está “parado”, no tiene iniciativa, no hace nada por si mismo si no se lo ordenan, todo le da igual, habla menos, pero no se observa en el paciente ni tristeza ni ninguna emoción negativa clara, y tampoco un motivo. De este modo, es frecuente que cuando al paciente se le pregunta “¿qué te pasa? ¿estás triste?” el paciente responda negativamente, con silencio, o simplemente “no me pasa nada, sólo que no tengo nada que hacer”.
Cuando un paciente sin antecedentes personales claros de depresión, sufre a partir de los 65 años de apatía, existe la posibilidad de que no se trate de una depresión psicológica, sino de un proceso neurológico, que con frecuencia es la forma de debutar de algunos tipos de demencia, como el Alzheimer.
En nuestra experiencia, en nuestro Centro Neurológico (Santa Cruz de Tenerife – Tenerife) en una consulta monográfica de demencias, es frecuente la consulta de pacientes mayores que son traídos al servicio de Neuropsicologia para realizar un diagnóstico diferencial: ¿el paciente está deprimido (pseudodemencia depresiva) o tiene una enfermedad neurológica en forma de demencia?. El grado de solapamiento de síntomas en muchos casos hace muy difícil el diagnóstico, y esta situación se complica cuando la familia del paciente tiende a negar un diagnóstico teóricamente más grave, achacando la sintomatología del paciente a una “depresión”.
Por este motivo, siempre se recomienda, en un paciente mayor de 65 años, que sin motivo aparente y sin antecedentes personales previos, presenta sintomatología en forma de apatía y falta de iniciativa, consultar con un especialista, ante el riesgo de inicio de algo más que un trastorno de estado de ánimo.
Para cualquier duda o consulta o si deseas ampliar información, puedes ponerte en contacto con el servicio de Neuropsicología de Centro Neurológico Antonio Alayón (Santa Cruz de Tenerife – Tenerife).
Centro Neurológico Antonio Alayón, Santa Cruz de Tenerife (Tenerife).
Neuropsicología.
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