Tras un ictus, las dificultades encontradas a la hora de cumplir los más simples gestos cotidianos, los mismos que hasta hace un día antes, podían ser realizados con extrema facilidad, hacen derivar en algunos casos a una depresión, que retrasa la rehabilitación y se autoalimenta con pequeños normales fracasos que pueden presentarse durante la terapia.
Para algunas enfermedades la cura es particularmente larga y difícil, y a veces, cuando los obstáculos superan el estado de ánimo, es posible que un paciente caiga en depresión.
Hoy por hoy, se abusa de este término considerando “estado depresivo” a cualquier forma de cansancio psicológico o de tristeza, pero en realidad la depresión es una condición clínica bastante precisa, que puede ser grave e influir de manera determinante sobre las terapias y las curas necesarias para superar la enfermedad.
¿Cómo identificar la depresión?
Se identifican 9 síntomas que caracterizan la depresión: pérdida del apetito, pérdida de peso, disturbios del sueño, sentido de tristeza profunda, pensamientos de muerte, baja autoestima, dificultad para concentrarse, cansancio, pérdida de interés por cualquier cosa, agitación o ralentización psicomotora; si al menos 5 de estos síntomas están presentes contemporáneamente y cotidianamente en un sujeto, se puede hablar de depresión.
En el caso de los ictus, muchos de estos síntomas pueden ser debidos también a lesiones cerebrales derivados de la enfermedad, y hace extremadamente difícil también para el neurólogo diagnosticar una depresión post-ictus.
Es importantísimo, que se haga lo posible para evitar la caída psicológica del paciente, ya que el desinterés por las cosas provocado por la depresión puede impedir la progresión de la rehabilitación y puede aumentar cada día más en cada mínima dificultad.
Otro elemento que puede ralentizar la recuperación de un paciente, es la falta de apoyo familiar en el proceso de la psicoterapia.
La familia:
La depresión tras un ictus no se trata solamente del enfermo, sino también de aquellos que deben hacerse cargo, el cuidador.
La vida cambia completamente después del ictus de un familiar, deben redefinir los roles en familia, es necesario establecer nuevas reglas, en el caso de que hayan niños, es necesario encontrar una manera y las palabras correctas para explicar lo sucedido y el sentimiento de impotencia, profunda tristeza y preocupación puede impedir el logro de todo esto, y puede hacer que también los sujetos cercanos al enfermo sufran un estado de depresión.
Cuidar de quien no logra comer, hablar o entender más, puede ser de verdad agotador y es normal que se instauren procesos mentales que alternan emociones como la rabia por lo ocurrido, y también sentimiento de culpabilidad por no poder hacer más; todo esto que por desgracia es lo habitual, no hace otra cosa que aumentar la dificultad de rehabilitación del paciente, el cual, tiene la necesidad de un ambiente sereno y de grande apoyo psicológico.
La importancia que tiene actuar a tiempo:
Cuando se da cuenta de que se necesita ayuda por parte de un especialista, es mejor no vacilar y buscar rápidamente un psicólogo cualificado (¡o cuando sirve, empujar a un familiar a hacerlo!) y también confiar en el médico si es el a dar el consejo.
Es importante no anular completamente la propia vida, en cambio, hay que mantener los propios intereses y pedir ayudar a estructuras especializadas o amigos, para poder tomarse un poco de tiempo para relajar la mente y el cuerpo, alejándose de un sitio que inevitablemente, especialmente en algunos momentos, son llenos de tristeza y dificultades.
Es necesario darse cuenta, que el propio bienestar es indispensable para el éxito de la terapia del enfermo, y mientras más el ambiente alrededor de la víctima del ictus sea sereno y relajado, más rápido se pueden presentar mejoramientos y esto hará que recupere confianza en el futuro y de quien esté a su lado.
Desde Centro Neurológico Antonio Alayón (Santa Cruz de Tenerife – Tenerife) les recordamos que el ictus es la segunda causa de muerte en España, siendo la primera en mujeres. La Sociedad Española de Neurología (SEN) informa de que cada año entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus en España, de los cuales un 50 por ciento quedan con secuelas discapacitantes o fallecen. Además, actualmente más de 330.000 españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional por haber sufrido un ictus.
Y en concreto Canarias (con sus provincias Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria) registra anualmente 3.500 casos de ictus, que hacemos referencia debido a la ubicación de nuestro Centro, ya que atendemos a muchos pacientes con este patología.
Para cualquier duda, consulta o si desea ampliar información puede ponerse en contacto con el servicio de Neurología del Centro Neurológico Antonio Alayón (Santa Cruz de Tenerife – Tenerife).
Si te ha parecido de tu interés, comparte este artículo.
Centro Neurológico Antonio Alayón, Santa Cruz de Tenerife.
Neurología.
Ictus.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]