El informe finaliza con una llamada a la acción del Gobierno británico, incluyendo para ello una serie de recomendaciones, tales como, la formación en centros educativos sobre el uso seguro de los medios sociales, el impulso de la investigación sobre los efectos de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes, o la creación de plataformas de medios sociales orientadas a identificar y apoyar a los usuarios que podrían estar experimentando problemas de salud mental a causa de sus publicaciones.