El divorcio es un tema de actualidad tanto dentro de la psicologia forense como en la sociedad. Es frecuente encontrar a alguien que se haya separado o divorciado, o que en su entorno mas cercano esté ocurriendo algo similar.
Según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Canarias (con sus provincias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria) es una de las comunidades autónomas con mayor número de demandas de disolución matrimonial, concretamente la provincia de Santa Cruz de Tenerife registró casi 10 divorcios al día el año pasado (2016).
El divorcio constituye un evento vital estresante y aunque en ocasiones pueda resultar beneficioso, también puede tener efectos negativos sobre los hijos.
La separación, al igual que otras pérdidas de la vida, produce un proceso de duelo que con el paso del tiempo se va afrontando y donde los distintos agentes implicados caminan hacia la reorganización vital y afectiva.
Existen ciertas características de los progenitores que, ante estas circunstancias, facilitarán el establecimiento de un plan de coparentalidad positivo que ayudará a la adaptación de los hijos al divorcio, pero ¿qué pasará si el reflexionar demasiado sobre los acontecimientos negativos nos llena de insatisfacción, malestar emocional y este proceso normal queda atrapado por el odio y deseo de venganza?
El pensamiento es más difícil de controlar que el lenguaje, pensar en la expareja como “el evento vital estresante”, además de otros estresores co-ocurrentes como los bienes, la manutención u otras relaciones, pueden afectar a la percepción de la realidad y convertir el post divorcio en una obsesión.
La separación conyugal produce, en algunos casos, un gran desequilibrio psicoemocional que, en ocasiones, impide al adulto discernir el alcance de sus conductas, llevando a la manipulación del menor e incluso la utilización de este.
Esta manipulación, por parte de uno de los progenitores, consciente o inconscientemente, puede tener distintos niveles de intensidad, desde entorpecer las visitas, utilizar tácticas par
Cuando existe una programación extrema, el progenitor manipulador transmite al hijo detalles, sentimientos y malas experiencias con el progenitor odiado. Las consecuencias psicológicas tanto para el niño manipulado como para el progenitor excluido pueden ser descomunales. El menor rehúsa estar con su padre o madre y el progenitor rechazado se pregunta ¿qué puede ser más traumático que perder a un hijo estando éste vivo y a pocos kilómetros de distancia?
Se pide responsabilidad a los hijos con los estudios, con las rutinas diarias, pero luego algunos padres no son responsables al no desligar sus problemas como adultos de las necesidades de sus hijos ante una separación y o divorcio.
En el ámbito de la psicóloga forense, es importante entender que el bienestar del niño es lo más importante y es el fin que se debe perseguir.
Es habitual, en las valoraciones de custodias y sobre todo en el ámbito contencioso de familia, que cada uno de los progenitores aporte, de manera sesgada, la información que les beneficia. Lo fundamental es que los hijos, que siguen soportando una gran conflictividad entre sus progenitores, se van a sentir presionados y manipulados por uno, otro, o ambos progenitores y en innumerables ocasiones se sienten obligados a tener que decidir, dependiendo de con quién se encuentren, una u otra versión, a fin de agradar y complacer a ese progenitor. Los niños en estas circunstancias tienen que sobrevivir y para ello tienen que adaptarse a aquellas demandas que reciben de los adultos, ¿pero que sucede cuando no se adaptan?
En terapia, la intervención en las fases tempranas, es primordial ya que aumenta la posibilidad de concluir con éxito una intervención psicológica.
Hacer sufrir al otro progenitor usando su influencia y poder sobre los hijos, es impedir que un niño pueda crecer saludablemente y privarlo de una infancia normalizada. En palabras de Gabriela Mistral, “el futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde”.
Autora: Belén Díaz Afonso – Psicóloga
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Santa Cruz de Tenerife, 24 de noviembre
Centro Neurológico Antonio Alayón, Santa Cruz de Tenerife
Psicología Forense.
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